La llegada del fascismo y la lucha antimalárica:
A pesar de que la mortalidad por malaria había descendido en Italia de 15.865 a 2.045 fallecidos anuales (1900 – 1914), el paludismo de las lagunas pontinas seguía causando estragos a inicios de los años 20. En los 700 kilometros cuadrados de esta región costera del sur de Roma apenas había 1.600 habitantes, que vivían en chabolas en los propios campos y se dedicaban al pastoreo y agricultura. Su salud era paupérrima y al menos el 80% de quienes pasaban una noche en las lagunas se infectaba de las fiebres tercianas, según la Cruz Roja Italiana.
En este contexto y tras el catastrófico empeoramiento del paludismo después de la I Guerra Mundial, el Departamento de Salud diseñó entre 1917 – 1922 la llamada Bonifica Integrale. De acuerdo con este plan, dividido en tres fases (bonifica idraulica, agraria e igiénica), primeramente se drenarían los pantanos y canalizarían sus aguas, posteriormente se construirían asentamientos con casas de piedra, servicios públicos y se repartirían tierras entre los veteranos y finalmente se instalarían medidas contra los mosquitos, como las campañas de erradicación del Anopheles labranchiae, la instalación de mosquiteras y la creación de centros de salud desde donde se lucharía directamente contra la malaria con la distribución de quinina.
La marcha sobre Roma de los camisas negras y la llegada al poder de Benito Mussolini en el año 1922 permitió que el fascismo pudiera apropiarse del proyecto. Tras una prueba piloto en el delta del Tíber en el año 1926, Il Duce solicitó al Departamento de Salud que presentara un proyecto para las marismas pontinas, que en 1928 se llevaría al parlamento y se bautizaría bajo el nombre de la Ley Mussolini de diciembre de 1928. Gracias a esta legislación, las tierras improductivas o no cultivadas podían ser expropiadas por el estado fascista si sus propietarios no se unían a los consorcios constituidos por latifundistas privados y el Gobierno con el fin de poner en venta sus tierras. ¿El resultado? La mayoría de las hectáreas pasaron al control del Estado.
El que fuera la única ley que bautizó con su nombre nos da una idea de la relevancia política de la que se quiso dotar al proyecto. Los propagandistas de régimen se esforzaron en subrayar como aquella “empresa titánica” que implicaba una “transformación totalitaria de la tierra” era fruto de la superioridad política de la voluntad omnipotente de Il Duce. No solo se querían convertir las marismas en habitables, sino convertirlas en el máximo exponente del modelo agrícola de la nueva Italia de tierras fértiles. El proyecto pretendía erigirse en un punto de no retorno de la historia, superando los logros de la Antigua Roma y consagrándose como uno de los pilares de la revolución Fascista.
De esta forma el Partido Nacional Fascista llamaba a “la batalla contra los pantanos” a un “ejército de trabajadores” compuesto por los veteranos de guerra de la Opera Nazionale Combattenti. Frente a las estrategias sectoriales de los gobiernos liberales centradas en las profilaxis a través del programa estatal de la quinina o en la instalación de mosquiteras, el Nuevo Estado proclamaba una lucha “racional ecléctica” que integrara todas las iniciativas que la malariología italiana había estudiado, superando así las políticas hasta entonces tildadas de defensivas para pasar a la ofensiva contra el enemigo de las marismas.
El Nuevo Estado no solo recurriría, por lo tanto, a las fracasadas estrategias de Pio VI y del régimen liberal decimonónico basadas en la desecación, sino que introduciría la agricultura y ganadería intensiva y construiría nuevos asentamientos que asegurarían el mantenimiento del correcto saneamiento en las tierras ganadas. Y con el fin de combatir las larvas de los mosquitos que pudieran sobrevivir en los canales de irrigación, se introduciría el pez Gambusia affinis, una especie conocida por su voraz apetencia por el mosquito Anopheles.
La batalla contra los pantanos
Las dimensiones del proyecto fueron faraónicas. Se construyeron 3 canales destinados a absorber las aguas de las tierras altas que bajaban hacia las marismas y 8 estaciones de bombeo, se despejaron bosques de matorrales y zarzas, allanaron depresiones y erigieron diques; en total se levantaron 16.500 kilómetros de canales y desplazaron 3.000.000 de metros cúbicos de tierra.
Para hacernos una idea de la fuerza laboral que se precisó, entre 1926 y 1937, se necesitaron de 18.548.000 jornadas de trabajo y hubo momentos; como durante la construcción del canal Mussolini que desembocaba en el mar Tirreno (1933); en los que se alcanzaron los 124.000 empleados, frente a los 41.000 de los primeros años.

El reclutamiento de estos trabajadores no resultó especialmente difícil debido a la Gran Depresión que azotó Italia tras 1929. Era una mano de obra barata, carente de protección sindical y representación política en el nuevo Estado fascista. Pero aquella masa de trabajadores proveniente de las regiones más pobres del país, carecía; en muchas ocasiones; de inmunidad adquirida contra la malaria, no disponía de la vestimenta adecuada para protegerse de las picaduras del mosquito Anopheles, ni de la resistencia de una dieta sana o las lecciones y nociones básicas de autodefensa contra el paludismo aprendidas en las escuelas rurales y dispensarios de salud.
Además, estos obreros eran internados en campos cercados, dormían en muchas ocasiones al raso tras extenuantes jornadas de trabajo mal pagadas, con un rancho y condiciones higiénicas insuficientes y una atención sanitaria deficiente. No es de extrañar que, cuando en 1935 finalizaron la mayor parte de los trabajos y fueron despedidos sin previo aviso, muchos volvieran a sus hogares enfermos de malaria.
Littoria, la utopía fascista
La nueva provincia que surgió de este inmenso proyecto de recuperación de tierras se bautizó con el nombre de Littoria, en honor del emblema oficial del partido; el hacha empaquetada conocida como el fascio littorio; y se dotó de 5 nuevas ciudades construidas bajo el canon del nuevo estado fascista (Littoria, Sabaudia, Pontinua, Aprilia y Pomezia), y 18 aldeas rurales satélites o borghi.
En la nueva provincia se construyeron 743 kilómetros de carreteras públicas y puentes, 416 kilómetros de carreteras de acceso a las granjas repartidas por el territorio, 640 kilómetros de líneas de alta tensión, 1.080 kilómetros de línea telefónica y se plantaron 1.600.000 pinos para reforestar las tierras recuperadas y disminuir la fuerza del viento.
A cada familia de colonos, eso sí, de impecable historial fascista, el Gobierno le entregó una vivienda de ladrillo de dos pisos, un granero, una carretera de acceso, zanjas de irrigación, un pozo, un pequeño viñedo y cercado. Se blanquearon los interiores y dotó de luz eléctrica a todos los hogares para que los insectos que consiguieran atravesar las barreras externas pudieran ser identificados y aniquilados con facilidad por los residentes. Y además, cada familia de colonos recibió ganado, grano, fertilizante químico y un préstamo hasta que la propiedad fuera productiva.

En la nueva utopía fascista de Littoria las ciudades servían al campo albergando las sedes del Partido, su milicia y otras entidades auxiliares, como organización juvenil Balilla, la asociación de ocio Dopolavoro (“Después del trabajo”) y la de veteranos; sin olvidar instituciones básicas como la policía, la Iglesia, el gobierno local y la delegación de hacienda. De modo que mientras que las aldeas satélites acogían instalaciones relacionadas con las tareas agrícolas, como almacenes, silos de grano, algunas oficinas administrativas y alojamientos ocasionales para trabajadores inmigrantes; los servicios esenciales como las escuelas, hospitales y oficinas de correo, se centralizaban en las urbes.
La Bonifica Integrale: resultados y propaganda
En 1939, en la Mostra Nazionale delle Bonifice, el Comité Provincial Antipalúdico de Littoria declaraba oficialmente el triunfo sobre la malaria en las Lagunas Pontinas. La fecha elegida no era casualidad, coincidía con el vigésimo aniversario de la fundación del movimiento fascista italiano.

La celebración estuvo marcada por tres hitos: la incorporación ceremonial de Pomezia, la última de las ciudades construida en la llanura Pontina, la concesión de los títulos de propiedad de las haciendas a los colonos en presencia de Mussolini y el anuncio oficial de que por primera vez en la historia la mortalidad por malaria se había reducido a cero. Evidentemente, la estadística oficial no recogió ninguna cifra relativa a los trabajadores que enfermaron por paludismo y tampoco puso de manifiesto el conflicto con los registros inéditos de casos sobre las que la Comisión basaba sus presupuestos anuales. Por ejemplo, mientras que oficialmente en 1938 se dieron a conocer 228 casos y en 1938 únicamente 33, la Comisión registró internamente 1.890 casos (1938) y 877 (1939) de paludismo.
Pero la máquina propagandística se encargó de convertir la Batallas contra los Pantanos Pontinos en una de las principales y más publicitadas iniciativas política de Mussolini, convirtiendo a Littoria en el mejor escaparate de los logros del fascismo y desviando la atención de la maltrecha situación de la lucha antipalúdica del sur.
Mientras la Italia meriodional languidecía, Littoria se erigió en el destino elegido para las visitas de periodistas y dignatarios extranjeros, sin olvidar a las excursiones organizadas por el Partido, escuelas y el Dopolavoro. Se produjeron tres películas propagandísticas para alabar los logros del régimen y cualquier conmemoración sirvió de excusa para exhibir el gran logro del Fascio, desde la fiesta nacional del Decennale con motivo del décimo aniversario de la toma del poder (1932) de los camisas negras hasta la exposición en el Circo Máximo de 1938 por los diez años de la Ley Mussolini, inaugurada por el propio Il Duce. Innumerables exposiciones itinerantes dedicadas a las Lagunas Pontinas y la Bonifica Iintegrale recorrieron el mundo y se convirtieron en la respuesta del mundo fascista a los Planes Quinquenales de la Unión Soviética.
El historiador Frank Snowden explicó cómo incluso la creación de la provincia de Littoria (actualmente conocida como Latina) respondió a profundas motivaciones políticas e ideológicas. Mientras que el gobierno liberal había fracasado en extender la patria a los territorios de habla italiana de más allá de las fronteras, Mussolini entregaba una nueva provincia italiana en lo que se llegó a denominar la “expansión imperial interior”.

Littoria habría representado, por lo tanto, una especie de primer paso en las ambiciones expansionistas domésticas e internacionales de Italia. Es decir, el saneamiento de tierras pantanosas y asentamiento de campesinos en Italia habría sido un ensayo general para la expansión colonial en el África Oriental, donde los colonos aplicarían las lecciones aprendidas en el Agro Pontino.
Además, incluso dentro de las fronteras italianas, el modelo de Littoria habría respondido a un expansivo y totalitario de revolución. No solo se pretendían recuperar tierras a las insalubres marismas, sino corregir la distribución de la población italiana a largo plazo, en la que las tierras bajas fértiles estaban escasamente pobladas, frente a las colinas y montañas superpobladas.
De esta forma Mussolini habría pretendido así que la Bonifica Integrale fuera la avanzadilla del resto de frentes de la revolución fascista como la “batalla por el trigo”, la “batalla por los nacimientos”, la “defensa de la raza” y la “batalla por la autarquía”, con el fin de glorificar el trabajo, la salud de la raza, la autosuficiencia y por lo tanto la independencia del país.
Ochenta años después, no deja de sorprender la capacidad de una ideología totalitaria para apropiarse de una propuesta netamente salubrista y proyectar sobre la misma sus ambiciones políticas, de forma que resulte hoy en día imposible entender el desarrollo de la una sin la otra.
Adrián Hugo Aginagalde Llorente
Bibliografía fundamental:
- Robert Sallares. Malaria and Rome: A History of Malaria in Ancient Italy. Oxford University Press (2002).
- Frederick F. Cartwright, Michael Biddiss. Grandes pestes de la Historia. Editorial El Ateneo (2005).
- Frank Snowden. The Conquest of Malaria: Italy, 1900-1962. Yale University Press (2006).
- Xavier Sistach. Insectos y hecatombres II. Historia natural de las enfermedades transmitidas por mosquitos, moscas, chinches y garrapatas. RBA (2014).