La renovación es uno de los aspectos claves de la Medicina moderna. Las investigaciones han de ser útiles, factibles y sobre todo novedosas. El avance científico de nuestra sociedad nos ha brindado nuevas técnicas clínicas, nuevos descubrimientos, nuevos fármacos y sí… nuevas drogas. La innovación farmacológica no acaba de conseguir dejar atrás ese fantasma que siempre la ha perseguido, el de los narcóticos y estimulantes usados de forma recreativa y que son muy frecuentemente abusados.
El descubrimiento de nuevos compuestos con efectos muy similares a productos hace tiempo conocidos, ofrece alternativas más baratas y a menudo mucho mejores que medicamentos usados en la actualidad. Es el caso del compuesto PZM21, un análogo sin efectos secundarios de la morfina que permitirá salvar muchas vidas en el futuro.
No obstante, la ciencia suele ir por delante de las leyes, y pasa cierto tiempo hasta que los nuevos compuestos son regulados por la ley. Estos vacíos legales son aprovechados para comercializar estos químicos, con poco o ningún control. Así nacen los “research chemicals” o “drogas grises”. Análogos a medicamentos tradicionales (modafinilo, metilfenidato, opiáceos…) o drogas (lisergamidas, cocaináceos, anfetaminas, canabinoides…) son vendidos como compuestos de investigación, ganando popularidad cada día que pasa.
Por un módico precio, y sin necesidad de entrar en la Deep web, uno puede adquirir en internet, desde casa y con ciertas garantías, análogos de Mefedrona o LSD que no han superado nunca un sólo ensayo clínico. Todo completamente legal, pues las páginas web que lo venden, se jactan de sus estrictas medidas de control: poner en portal de internet y en las bolsas que venden “Research chemicals: not for human consumption”. Están vendiendo droga de forma legal y descontrolada. Bienvenidos a la década de los “legal highs”.
En países como Reino Unido se ha puesto en marcha en mayo de 2016, una ley de análogos que ha cerrado de forma definitiva la puerta a las tiendas que venden estas drogas. España y Holanda son de los pocos estados que aún no se han adaptado adecuadamente a los nuevos tiempos. En nuestro país sólo se presta atención a una sustancia cuando provoca varias muertes seguidas y agita a la sociedad. Toda decisión de regular o prohibir se toma a posteriori, con intereses políticos y para dar buena imagen, no para prevenir esas mismas muertes.
Si ahora es común ver uno o dos adolescentes por semana en urgencias por coma etílico, imagínense lo que nos deparará el futuro. Adultos, jóvenes y menores de edad consumiendo sustancias cardiotóxicas, estimulantes y tranquilizantes que se venden a pie de calle, y a precios iguales o más bajos que el alcohol. Es una perspectiva ciertamente preocupante.
Como alumnos de la ciencia de la Medicina (uno puede acabar la carrera, pero nunca deja de aprender y formarse), debe ser nuestro deber prevenir este tipo de situaciones antes de que se produzcan. Por eso es muy importante avisar a los potenciales consumidores, la gente joven, de los peligros de éstas prácticas, exagerando incluso el alcance de los efectos negativos para evitar desgracias en el futuro. Al fin y al cabo, las “grey drugs” suponen un uso de medicamentos no mediado por los profesionales de la salud y que, como se ha demostrado en numerosas ocasiones, siempre acaba en tragedia.
Por: Alexander Lugilde Guerbek
Imagen original de https://goo.gl/4W8XcO
«exagerando incluso el alcance de los efectos negativos para evitar desgracias en el futuro.»
Esta afirmación es verdaderamente polémica. En mi opinión no deberíais aconsejar algo así ni a estudiantes ni a profesionales, bajo ningún concepto.
La información sobre drogas de consumo tiene que ser veraz y siempre sustentada en evidencias. Los consumidores ya saben «qué pie calzan» las campañas anti-droga del gobierno o de determinadas fundaciones, pues en las últimas décadas se han dedicado sin descanso a la exageración de los efectos negativos de cualquier droga (menos las legales, en estas no se han cebado tanto, pese a que en los estudios de riesgo multifactorial resulta que son las más dañinas). Esta estrategia se ha ganado una postura con respecto a estos mensajes: la ignorancia. Se ha visto una y otra vez que este tipo de campañas no tienen ningún efecto, que no asustarán a nadie ni harán reflexionar a nadie antes de realizar un consumo.
No obstante, a estos consumidores todavía les quedan algunas figuras de confianza. ¿Cuáles? La medicina y los expertos en drogas. No hay más que ver el éxito que tienen los stands de fundaciones dedicadas a la reducción de riesgos en festivales o grandes eventos. La gente quiere informarse por parte de personas que saben lo que dicen. Y vosotros también entráis en ese saco: futuros profesionales médicos que tienen que aconsejar sabiamente sobre los efectos, riesgos, contraindicaciones, etc. de las drogas. Pero si vuestras palabras se tiñen de prohibicionismo, juicios o posturas moralistas/paternalistas, los perderéis. Y lo que es peor, ellos perderán una de las figuras referentes para obtener información sobre drogas.
Así que nada de exagerar o inventar. Si no existen estudios se ha de enfatizar este vacío, repetirse de maneras distintas, en mayúsculas y subrayado. Que no se conozcan los efectos de una sustancia ya es suficientemente preocupante para el consumidor, no hace falta caer en el error de intentar asustarle.
Me gustaMe gusta